Se denomina así a la persona que pretende
alguna distinción, premio o cargo.
Con la extensión de la democracia en los dos
últimos siglos, la palabra candidato es hoy harto conocida en toda la comunidad
hispanohablante.
No era así en el siglo XVIII, como permite comprobar el
Diccionario de autoridades, que dice:
El que pretende y aspira o solicita
conseguir alguna dignidad, cargo, ó empléo público honorífico. Es voz puramente
Latina y de rarísimo uso.
Candidato procede del latín candidatus 'el que
viste de blanco', derivado del verbo candere 'ser blanco, brillar
intensamente', voz con la que se designaba en Roma a quienes se presentaban
como aspirantes a cargos públicos.
En el ritual político romano, los candidatos
debían cambiar su habitual toga por una túnica blanca (cándida) con la que se
exhibían públicamente para manifestar la pureza y la honradez esperables en los
hombres públicos.
Candere procede de la raíz indoeuropea
kand- o kend- 'brillar', de la cual provienen palabras tales como candelabro,
candente, candela, cándido, incandescente, incendio, etcétera.
Ningún derivado de candidus llegó hasta
nosotros con significado directamente alusivo al color blanco, pero la blancura
deslumbrante que la palabra latina candor expresaba en la lengua de los césares
se mantuvo en el español candor, con el mismo sentido de 'sinceridad, sencillez
y pureza de ánimo' de la palabra en latín.
El Diccionario Vox menciona 'máxima
blancura' como acepción de candor, pero en la práctica se usa muy poco con esa denotación.
Las velas, candelas o cirios se llamaban
candela en latín, en alusión al brillo que provenía del calor; de ahí la
palabra candente, que en latín significaba 'blanco o brillante como
consecuencia del calor', y la castellana incandescente.