Está armado con fuertes púas que suelen lastimar los pies de los campesinos que caminan descalzos por el campo.
En la Antigüedad, usar calzado era un lujo que solo podían
darse los ricos o los que, por lo menos, disfrutaban de alguna holgura
financiera.
Aun hoy esto es verdad en las zonas rurales de muchos países, donde
son comunes las enfermedades que se trasmiten por heridas abiertas en los pies.
En el Imperio romano, los campesinos que vivían en lugares
en los que abundaban los abrojos recibían la advertencia aperi oculos "abre los
ojos" no tanto, quizás, porque los propietarios rurales se preocuparan por la
salud de los labriegos como por su temor de verse privados de mano de obra
barata.
Con el tiempo, el español abrevió la advertencia de aperi oculos a un
más simple abrojo.